Porque a veces sĂłlo nos queda callarnos y fingir la sonrisa, voltear de nuevo a donde aquellos ojos que una vez besamos, que una vez se perdieron en nuestras pupilas, ya no nos miran.
Agachar la cabeza y dar por terminado lo que por un tiempo fué el sentimiento mås grande, los besos mås sentidos y el amor que mås anhelamos conservar.
Y entonces, volvemos a estirar las comisuras, forzando a que la boca desborde una ligera mueca, volvemos a escuchar nuestros latidos golpeåndonos los sentidos, y la sangre sube al rostro poniéndonos las mejillas rojas.
El rostro, no vuelve a verse radiante, una sombra lo empaña y se baña de agua marina, las venas quieren abrirse y los pies amenazan con derrumbårnos, casi a rastras buscamos refugio en lo primero que nos haga créer que todo es un mal sueño.
Y las horas no se detienen, el cielo cambia de oscuro a mås oscuro, la luna se esconde entre montañas lejanas, la primavera tarda un poco mås y el invierno, el invierno no acaba.
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