Ir al contenido principal

El mensaje que dejó esta madre a su hijo antes de morir en el asilo.

El mensaje que dejó esta madre a su hijo antes de morir en el asilo.
Un hijo que decidió poner a su mamá en un asilo después de la muerte de su padre ya que él no contaba con la paciencia para cuidarla y utilizaba la justificación de que no contaba con tiempo para atender sus necesidades.
Luego de colocar a su mamá en un asilo, el hijo no la visitaba frecuentemente, solo le bastaba una vez por semana o una al mes para ver a su madre y saber cómo le estaba yendo.
En los siguientes meses el hijo la visitaba cada vez menos a su madre hasta que dejo de ir. Un día, él recibió una llamada del asilo y le dijeron que su mamá se estaba muriendo, el hombre desesperado fue corrieron a verla, ella ya moribunda solo lo miro y le agarro la mano, su hijo le pregunto si podría hacer algo por ella, su madre le dijo: "Quiero que coloques ventiladores en el asilo porque aquí no tienen. Y quiero que compres refrigeradoras nuevas también, para que la comida no se dañe más... Muchas veces, a lo largo de estos años, dormí sin comer nada".
EL hijo, muy sorprendido con el pedido de su mamá como última voluntad, le preguntó porque espero hasta este momento para decirle todas esas cosas, ella le respondió: "Hijo mío, me acostumbré con el Hambre y el Calor, pero mi miedo es que, Tú no te acostumbres, cuando estés viejo y tus hijos te coloquen Aquí".
El amor que tiene una madre por los hijos es tan grande como si contáramos todas las estrellas del firmamento, y esta historia lo confirmaría. Cuando los padres llegan a una edad avanzada, muchos hijos optan por ponerlos en asilos que los cuidan las 24 horas y además cuentan con personal médico para asegurarle una mejor calidad de vida, pero eso a veces no es bueno para los ancianos ya que algunos se deprimen por estar aislados, y muchos de estas casas de reposo no cuentan con lo requerido para abastecer a varias personas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

UN DÍA BAJÉ A MI HIJA Y YA NUNCA LA VOLVÍ A CARGAR.

La cargué cuando se había lastimado. La cargué cuando estaba emocionada. La cargué cuando estaba cansada. La cargué cuando aún era demasiado pequeña para ver lo que yo podía ver. Y de pronto un día la bajé y ya no la volví a cargar. Un día, sin darme cuenta... ella se hizo grande. Demasiado grande para caber en mis brazos. Demasiado grande para descansar en mi. Un día la bajé y ya no la volví a cargar. Un día, sin darme cuenta ella se hizo fuerte. Lo suficientemente fuerte para seguir adelante aunque estuviera cansada; lo suficientemente fuerte para calmar su propio dolor. Un día la bajé y ya no la volví a cargar. Un día sin darme cuenta, ella ya podía ver lo que yo podía ver. Ella podía ver por encima de la gente. Ella podía ver sin mi ayuda. Un día la bajé y ya no la volví a cargar. El día que la bajé, yo no sabía que sería el último. Había sido una rutina que hicimos miles de veces. Y lo cierto es que ella aún me necesita para guiarla a través de la vid