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"CUANDO YO MUERA"

"CUANDO YO MUERA"
No derrames una lágrima de tristeza porque he muerto... Derrama una lágrima de alegría porque estoy descansando...
No llores porque he muerto, mejor sonríe porque estoy descansando... Cuando yo muera... No te acerques a mi ataúd a pedir perdón, porque ya no podré oírte... Mejor dime que encontraré la paz... No me digas cuánto me querías, si en vida no pudiste hacerlo de corazón, ahora menos lo harás... Mejor dime que la paz encontraré...
Cuando yo muera... No me regales flores... Porque no podré verlas... No eches a mi ataúd lo que más me gustaba comer, si en vida no me los diste, ¿por qué ahora lo quieres hacer?
Cuando yo muera... No te arrepientas y me digas cuanto sufres por mi ausencia... Si en vida nunca me visitaste... ¿Por qué he de creer en tus palabras de arrepentimiento y culpa?... Cuando yo muera sólo te pido una cosa, recuérdame como fui en vida y ten presente los buenos momentos que juntos vivimos...
Sólo recuerda una cosa... No he muerto simplemente he terminado mi vida en este mundo, no he muerto porque sigo mi camino hacía otro mundo, donde te estaré esperando, pero tarda mucho tiempo en llegar, que yo, desde aquí te cuidaré...
Sólo recuerda que si vivo en tu corazón no habré muerto y moriré hasta que tú decidas sacarme de él...

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UN DÍA BAJÉ A MI HIJA Y YA NUNCA LA VOLVÍ A CARGAR.

La cargué cuando se había lastimado. La cargué cuando estaba emocionada. La cargué cuando estaba cansada. La cargué cuando aún era demasiado pequeña para ver lo que yo podía ver. Y de pronto un día la bajé y ya no la volví a cargar. Un día, sin darme cuenta... ella se hizo grande. Demasiado grande para caber en mis brazos. Demasiado grande para descansar en mi. Un día la bajé y ya no la volví a cargar. Un día, sin darme cuenta ella se hizo fuerte. Lo suficientemente fuerte para seguir adelante aunque estuviera cansada; lo suficientemente fuerte para calmar su propio dolor. Un día la bajé y ya no la volví a cargar. Un día sin darme cuenta, ella ya podía ver lo que yo podía ver. Ella podía ver por encima de la gente. Ella podía ver sin mi ayuda. Un día la bajé y ya no la volví a cargar. El día que la bajé, yo no sabía que sería el último. Había sido una rutina que hicimos miles de veces. Y lo cierto es que ella aún me necesita para guiarla a través de la vid